domingo, 15 de abril de 2018

 EN EL CORAZÓN DEL MAR (IV)

"La historia real que el escritor de Moby-Dick
 Herman Melville no se atrevió a contar" 
(Y cuando el hambre enloquece a los hombres)




 Como decíamos, el objetivo de los diecisiete hombres que partieron de la isla de Henderson era llegar a la isla de Pascua. El gran inconveniente del plan que habían trazado era que para ello deberían navegar como vemos en el mapa, con rumbo este, algo que hasta ahora les había resultado poco menos que imposible, pues desde su naufragio para arribar a la isla Henderson los vientos y las corrientes les habían llevado en dirección suroeste. Para que su objetivo fuera factible, y poder realizar una distancia muy cercana a los 2000 kilómetros en un tiempo razonable con las provisiones que contaban, les eran necesarias al menos dos semanas con vientos del oeste, pero en la zona que se encontraban lo habitual es que siguieran bajo el influjo de los vientos alisios que soplaban comúnmente desde el sureste. Sin embargo, como contó Chase, aquella primera noche sopló una fuerte brisa del noroeste que los empujó directamente hacia la isla de Pascua, y disfrutaron de una apacible jornada asando peces y pájaros sobre las piedras planas que en cada ballenera junto con algo de leña habían recogido antes de la partida y así poder cocinar en las mismas.

   Una de las precauciones que tomaron, al contrario de lo que hicieron en la anterior travesía hasta su legada a la isla, fue llevar una estimación de su avance hacia el este. Para ello y poder calcular la longitud, junto con la posición del sol a mediodía, usaron además de la brújula una corredera improvisada para estimar la velocidad, lo que les permitió no navegar como hasta entonces casi a ciegas. Y durante tres días siguió el viento del noroeste para el 30 de diciembre soplar desde este-sureste durante dos días desviándolos con rumbo sur, pero el 1 de enero volvió desde el norte y recuperaron el rumbo correcto. El 3 de enero tuvieron un fuerte temporal que amenazó con hundirlos, entre truenos y relámpagos el fuerte oleaje les azotó y salpicó con violencia y los hombres temieron por sus vidas, pero al día siguiente cesó y el viento cambió a este-noreste, lo que finalmente les llevó a asumir la inevitable realidad de que nunca alcanzarían la isla de Pascua, habían sido desplazados demasiado hacia el sur. Consultaron el Navigator para dada su actual posición y las condiciones de vientos dominantes, ver que isla era la más cercana a donde poder entonces dirigirse, resultando ser las islas Juan Fernández que se encontraban a unas 800 millas de la costa de Chile (como curiosidad decir que en ese archipiélago está la hoy conocida como isla Robinson Crusoe(1)), pero ellos estimaron que estaban a más de 2.500 millas, una distancia aún mayor  de lo que hasta entonces habían recorrido en los cuarenta y cuatro días desde su naufragio.



  Por entonces acabaron las aves y peces y tuvieron que volver al racionamiento de agua y pan de galleta, el viento desapareció por completo y un sol abrasador volvía a caer sobre ellos sin piedad durante el día. Joy, el segundo oficial, con grandes problemas estomacales era quien peor se encontraba y su aspecto no presagiaba nada bueno tras aquellos once días en que habían dejado la isla Henderson y a duras penas se habían aproximado unas 600 millas al continente suramericano. Al día siguiente pidió ser trasladado a la ballenera del capitán, sabía que no le quedaba mucho de vida y no quería morir entre extraños, quería morir entre su gente de Nantucket, pero a los dos días finalmente su sentido del deber para con su tripulación le hizo demandar que le retornaran a su bote, y a las 16 horas de aquél mismo día y con veintisiete años, falleció. Aunque todos sabían que el segundo oficial llevaba ya tiempo enfermo, su muerte fue un mazazo para aquellos hombres que ya se encontraban en tan precaria situación, muy especialmente para los hombres de su ballenera, y Pollard envió entonces a su propio arponero de veintiún años, Obed Hendricks, para que se pusiera al frente de la misma. Cuando este finalmente se hizo cargo del bote de Joy hizo un lamentable descubrimiento, debido a su pésimo estado, este no había atendido el correcto racionamiento de las provisiones y calculó que a lo sumo no habría ya comida para más de tres días.



 A los cincuenta días de su naufragio en el Essex el viento llegó cada vez con más fuerza del noroeste y por la noche se encontraron envueltos en una nueva y violenta tormenta. Pero esta vez los hombres sentían más júbilo que miedo mientras cabalgaban en sus balleneras raudos las olas cual jinetes en un rodeo, como comentó el grumete Nickerson, comenzaban a temer más al hambre que a las tormentas y nadie allí hubiera cambiado la terrible tormenta por un viento en contra más moderado y aún menos por la ausencia de él en la dirección correcta. Habían acordado el rumbo que seguirían en caso de separarse puesto que la visibilidad era prácticamente nula, y aunque Chase iba en todo momento pendiente de no perder de vista los otros botes, entorno a las once de la noche ya no los vio más.

  Cuando amaneció todos en su bote buscaron en todas las direcciones sin éxito y aunque de nada servía lamentarse aquél nuevo giro a su situación de verse separados de sus compañeros aún les descorazonó un poco más, diecinueve días después de su partida de la isla de Henderson estaban solos y como el propio Chase contó habían perdido el ánimo que sentían al ver los rostros de los demás y que era tan necesario para ellos en medio de sus grandes apuros mentales y físicos. Repasando las provisiones y debido a su riguroso control del racionamiento, aún tenían mucho pan de galleta, pero calculó que no les quedarían menos de 1200 millas hasta las islas Juan Fernandez, así que tomó la drástica decisión de reducir todavía más la ración diaria si querían tener alguna posibilidad de sobrevivir de no ser rescatados por un barco antes de llegar a tierra.  Hasta entonces tomando unos ochenta gramos de pan de galleta al día habían consumido la mitad, y eso ya suponía un quince por ciento de lo que necesitaba una persona diariamente. Con todo, explicó a sus hombres el motivo de su decisión y redujo la ración a la mitad, a sabiendas de que en breve tiempo tendrían apariencia de esqueletos. 


   Y como es natural, la situación en los botes de Pollard y Hendricks que aún permanecían juntos después de la tormenta, era igualmente desesperada. Aquél 14 de enero en la ballenera de Hendricks agotaron toda la comida y sus cinco tripulantes se encontraban ante la encrucijada de que el capitán Pollard compartiera sus provisiones con ellos, lo que para él sin duda supondría un tremendo dilema, ya que tal medida implicaba que en pocos días más todos no tendrían nada que llevarse a la boca, pero ¿cómo negarse?


 Es difícil poder explicar en palabras la espantosa situación en que se comenzaron a encontrar en esos días posteriores los náufragos del Essex, con muchos días sin brisas alguna navegando a la deriva, bajo un sol abrasador ante el que como único recurso sólo les quedaba refugiarse bajo la lona de las velas y atormentados por un hambre cada vez más atroz que por momentos parecía no tener nunca límite en el aumento de su intensidad. La noche del 18 de enero, como posteriormente contó Chase fue un momento de desesperación en medio de sus sufrimientos, después de dos meses de padecimientos ahora se veían asaltados y aterrados por todo tipo de pensamientos negativos ante lo que parecía una muerte inevitable y cruel, según sus propias palabras "El miedo y la aprensión llenaban por completo nuestro pensamiento y todo en él era oscuro, lúgubre y confuso". El 19 de enero volvieron a encontrarse ya sin fuerzas aterrorizados en medio de un nuevo temporal antes de que el viento volviera a empujarlos con este-noreste, y el 20 de enero, a dos meses exactos de su naufragio y a mil millas del archipiélago de las Juan fernández, Richard Peterson que llevaba varios días ya entre delirios agonizante, finalmente murió y fue sepultado en el mar.

  Y ese mismo 20 de enero, ocho días después de perder de vista a Chase y su bote, los hombres de Pollard y Hendriks ya estaban terminando sus últimas provisiones, cuando igualmente falleció Lawson Thomas, uno de los hombres de color que iban en la ballenera de este último, y con apenas quinientos gramos del pan de galleta restante para diez hombres, surgió la inevitable cuestión que ya rondaba desde días en sus cabezas, comerse al muerto en vez de arrojarlo al mar. Y se me antoja que la decisión final para aquellos hombres torturados por el hambre en grado extremo no fue excesivamente difícil de tomar, aunque quizá si fuera más complicado decidir quien descuartizaba al que hasta entonces había sido su compañero de viaje y fatigas, una cosa es ponerse de acuerdo en que si hay que comerse al muerto, y otra quien se pone "manos a la obra".



 En ese sentido es ilustrativo el caso del mercante británico Nottingham Galley que en 1710 naufragó en la isla de Boon, en Nueva Inglaterra, donde la tripulación se encontró aislada, sin provisiones y sin posibilidad de recibir ayuda, y al morir uno de los hombres a las tres semanas, el resto de los compañeros del desdichado, aún después de intensas reflexiones y discusiones y que el propio capitán se negara en principio "a tan atroz y repugnante solución", acabaron llegaron a la misma decisión que los infortunados náufragos del Essex. Pero los marinos del Nottingham Galley se vieron incapaces de empezar la ingrata tarea de hacer pedazos el cuerpo de su compañero ¡y suplicaron a su capitán que la realizara él! Así que ante sus incesantes ruegos y súplicas, según contó posteriormente el capitán, y como solía ser habitual en estos casos, despojó al cadaver de manos, pies, piel y cabeza, arrojándolos al mar, sacó posteriormente el corazón, el hígado, los riñones, y finalmente cortó la carne de la espina dorsal, las costillas y la pelvis, y llegando la noche concluyó "la doble faena" (la del trabajo y en la que le metió su tripulación).



 El canibalismo como opción de supervivencia es un hecho que ha acompañado a la especie humana a lo largo de toda su historia desde tiempos muy remotos, y muy particularmente a los hombres que han surcado mares y océanos dadas las particulares características de estos viajes, llegando en estos casos a ser una opción mucho más frecuente de lo que en un primer momento se pudiera pensar, aunque como es fácil de suponer, los supervivientes lo procuraban ocultar. Se puede igualmente suponer incluso sin mucho riesgo de equivocación (aunque curiosamente nunca lo he visto tan siquiera insinuado), que muchos de los supuestos casos contados en esas épocas del aún inexplorado mundo, en que los supervivientes relataban que sus malogrados compañeros habían sucumbido devorados "por tribus caníbales", realmente hubieran sido devorados por sus propios compañeros de viaje. Con todo ello son muchos igualmente los casos que se sabe a ciencia cierta de naufragios en los que sus tripulaciones recurrieron a la práctica del canibalismo (como en el citado caso del Nottingham Galley), aunque para no hacer este relato ya aún mucho más largo, será un tema el del canibalismo como opción de supervivencia y sus diversas variantes, que veremos en otra entrada con la debida profundidad.

A LA QUINTA Y ÚLTIMA PARTE: EN EL CORAZÓN DEL MAR (V)
"La historia real que el escritor de Moby-Dick Herman Melville no se atrevió a contar" (E incluso aún estando vivos, comer, o no comer a nuestros compañeros, o ser comidos por ellos... ¡He ahí la cuestión!)

Saludos.

A LA PRIMERA PARTE: EN EL CORAZÓN DEL MAR (I), "La historia real que el escritor de Moby-Dick Herman Melville no se atrevió a contar"

A LA SEGUNDA PARTE: EN EL CORAZÓN DEL MAR (II), "La historia real que el escritor de Moby-Dick Herman Melville no se atrevió a contar" (y un liderazgo mal entendido)

A LA TERCERA PARTE: EN EL CORAZÓN DEL MAR (III), "La historia real que el escritor de Moby-Dick Herman Melville no se atrevió a contar" (En la isla)


  1. La novela Robinson Crusoe está basada en dos naufragios, uno de ellos es la del marinero escocés Alexander Selkirk, que fue rescatado en 1709 tras pasar 4 años en esta isla desierta, que hoy lleva su nombre en honor al libro. Sin embargo, la novela de Daniel Defoe, en su primera edición de 1719, si bien usa experiencias de Selkirk, está ambientada en una isla ubicada cerca de la desembocadura del caudaloso río Orinoco, como en la experiencia también conocida por Defoe del náufrago español Pedro Serrano que naufragó en el Caribe.
Bibliografía: 
En el corazón del mar - Nathaniel Philbrick (Seix Barral Colección: Biblioteca Formentor)
Wikipedia

domingo, 1 de abril de 2018

 EN EL CORAZÓN DEL MAR (III)

"La historia real que el escritor de Moby-Dick
 Herman Melville no se atrevió a contar" 
(En la isla...)



 En la anterior entrada veíamos que los aún veinte supervivientes del Essex habían encontrado tierra firme al llegar a una pequeña isla, lo que de momento les había salvado de lo que parecía una muerte segura cuando después de un mes navegaban poco menos que a la deriva, y ya se encontraban en un lamentable estado de agotamiento tanto físico como mental. Desembarcaron en ella con cautela tomando todas las medidas de seguridad que creyeron convenientes, primero enviaron una avanzadilla permaneciendo el grueso en los botes e incluso hicieron varios disparos con sus armas para llamar la atención, ante la posibilidad de que estuviera habitada por nativos de naturaleza poco amigable y que además gustaran de la práctica del canibalismo, lo que como sabemos era su mayor preocupación. Pero la pequeña isla parecía deshabitada... 



   Lo que entonces desconocían es que habían errado en sus cálculos y que no se encontraban en la isla de Ducie, sino en la de Henderson, que se situaba aproximadamente en su misma latitud, aunque unas 220 millas más al oeste, ambas forman parte del mismo archipiélago de la Polinesia, las Pitcairn. Y lo que para su desgracia una vez más también desconocían porque por entonces incluso no venía registrada en el Navigator de Bowditch, es que la isla que da nombre al archipiélago, la Pitcairn, estaba apenas a 120 millas al suroeste de donde se encontraban, y que además en ella había ya por entonces asentada una comunidad que descendían nada menos que de la tripulación amotinada del también famoso buque HMS Bounty(1), lo que hubiera sido una solución mucho más adecuada para poder aprovisionarse en su precaria situación, porque como pronto descubrieron en apenas unos días, los recursos para subsistir en aquella isla eran mucho más escasos de lo que se podría en un principio pensar, empezando por el agua potable.



  Y es que cuando llevaban ya dos días en la isla, si bien no habían tenido mayor problema para hacerse con peces y aves como alimento, aún no habían encontrado una fuente adecuada de agua potable, teniendo que limitarse hasta ese momento a apenas lamer el agua que se escurría en la superficie de algunas rocas, lo que les hizo a Pollard y Chase después de discutir el problema, tomar la decisión de que al siguiente día concentrarían todos sus esfuerzos en encontrar agua, y de no hacerlo, abandonar entonces la isla con el nuevo amanecer. De hecho, en una cueva de la isla ya por entonces se encontraban los restos de ocho personas que al igual que ellos se estimó hubieran sobrevivido a un naufragio, y que en un estudio científico posterior muchos años después se pudo observar que habían fallecido por deshidratación. La isla de Henderson no es sino un atolón coralino de origen volcánico, pero tiene la peculiaridad de que buena parte de la mucha agua de lluvia que cae en su superficie a lo largo del año, no se pierde en el mar o se evapora, ya que después de filtrarse sobre la arena y el coral queda oculta a la vista acumulada en una capa subterránea a unos treinta centímetros sobre el nivel del mar, pero de no encontrar un manantial por donde brotara a la superficie, los náufragos del Essex que desconocían este fundamental detalle, no tenían posibilidad alguna de hacer uso de ella.



 Afortunadamente para ellos, al día siguiente, en un momento en que la línea de la marea se encontraba en su punto más decreciente debido a la baja mar, uno de los hombres observó que de una gran roca plana que en ese momento se hallaba al descubierto, brotaba un estupendo chorro de agua limpia y cristalina, apresurándose todos a beber ansiosamente hasta que por fin pudieron saciar su gran sed después de ya tantos días de escasez. El manantial de aquella roca sólo era apenas visible completamente al descubierto durante media hora durante la baja mar, quedando luego cubierto por casi dos metros de agua, pero eso bastaba para en ese tiempo poder llenar varios barriles y así garantizarles el no tener ya más escasez de tan preciado elemento, centrando desde entonces sus esfuerzos en conseguir alimentos, sobre todo de las aves que ajenas por completo hasta entonces al contacto humano para nada desconfiaban y las podían cazar sin dificultad.


  Pero llegado el 24 de diciembre, apenas transcurridos cinco días de su desembarco, observaron alarmados que las aves comenzaban a abandonar la isla ante la constante cacería a que eran sometidas por los hambrientos hombres. Como posteriormente contó Chase, todas aquellas partes accesibles y cercanas, ya las habían saqueado de todo lo que contenían, incluidos sus nidos, volviendo otra vez a encontrarse con que tenían de nuevo problemas para proveerse de alimento, en menos de una semana "habían arrasado los limitados recursos con que constaba la isla". Para el 26 de diciembre, después de siete días en la isla y treinta y cinco después del naufragio del Essex, decidieron que lo que más les convenía era abandonar la isla y seguir en dirección a otro punto que les hiciera más factible la supervivencia. Las costas de América del Sur, con Chile como punto más cercano, calculaban que estarían a unas 3000 millas, aproximadamente el doble de lo que ya llevaban recorrido, pero consultando  sus Navigator de Bowditch observaron que la isla de Pascua estaba a menos de un tercio de esa distancia, y aunque tampoco sabían nada acerca de la misma les pareció lo más conveniente, dada la dura experiencia vivida hasta ese momento durante el mes que habían navegado en las balleneras en mar abierto hasta la llegada a esa isla, que les hizo desistir de la idea de volver a intentar llegar directamente al continente.


   Comenzaron entonces a acondicionar en la medida de lo posible los botes con los escasos clavos que les quedaban para que pudieran resistir otra vez las acometidas del océano, y a aprovisionarse cuanto pudieron para la nueva partida. Y posteriormente reunidos, en una charla, cuando Pollard les comunicó que a primera hora del siguiente día zarparían llevando las balleneras los mismos hombres que antes de la llegada a la isla, tres de estos hombres que no eran de Nantucket, dando un paso al frente manifestaron su intención de no abandonar la isla y de no formar parte de la partida. Estos eran Thomas Chappel, arponero de la ballenera de Joy, y Seth Weeks y Willian Wright, dos adolescentes que iban el primero de ellos con Pollard y, el segundo con Chase, manifestando los tres auténtico terror de volver a encontrarse en los botes a merced del océano. Nadie puso objeción alguna a sus deseos, ya que eso significaba aligerar las embarcaciones y contar con su parte de las provisiones para el viaje, además de incluso reconocer el propio Chase que sólo para ellos tres sería probablemente más fácil encontrar sustento en la isla que el que ellos llegaran al continente en sus precarias embarcaciones. A su vez Pollard les prometió que de llegar al continente haría todo lo posible por procurar su rescate. Los tres, escogieron entonces un lugar lejano del anterior campamento, para comenzar a construir un refugio con ramas de árboles. Y en la mañana del 27 de diciembre, cuando la marea había subido lo suficiente para que las balleneras superaran los arrecifes que rodeaban la isla, el resto de los hombres finalmente partieron de aquella isla que tanto les había decepcionado.


 Como podemos ver del paso por la isla Henderson de los marinos del Essex se pueden extraer algunas conclusiones relacionadas con el modo en que afrontaron su estancia en la misma, quizá la más importante que ante el hambre y el estado de necesidad que ya padecían a su llegada no tuvieron reparo alguno en administrar convenientemente los recursos de la misma, y al no poner freno alguno a su voracidad "consideraron la isla agotada" en menos de una semana. Si bien la isla de Henderson no es un lugar abundante en cuanto a recursos (la ya mencionada isla Pitcairn es la única que a día de hoy está habitada en el archipiélago y que habitualmente lo ha estado), una vez solucionado el más apremiante problema del agua potable, otro modo más eficiente de gestionar los recursos disponibles era posible, recurriendo más a la pesca y no abusando del saqueo de las aves, como hicieron en su momento durante incluso años pobladores nativos de la Polinesia que tuvieron asentamientos en ella, hay evidencia arqueológica que muestra que entre los siglos XII y XV tuvo una pequeña población permanente de probablemente unas cuantas docenas de personas. Es curioso, pero pese a vivir de la mar, dado su oficio especializado en la caza del cachalote, estos hombres tenían más mentalidad de cazadores, que de pescadores. Y lo que pronto una vez más descubrirían los diecisiete que habían partido, es que los escasos días que habían pasado en la isla no habían sido suficientes para que sus cuerpos aún se recuperasen para aventurarse en un nuevo viaje, y el hambre mucho antes de lo previsto haría de nuevo su aparición, pero esta vez con consecuencias devastadoras.

Continuará...

Saludos.


A LA PRIMERA PARTE: EN EL CORAZÓN DEL MAR (I), "La historia real que el escritor de Moby-Dick Herman Melville no se atrevió a contar"

A LA SEGUNDA PARTE: EN EL CORAZÓN DEL MAR (II), "La historia real que el escritor de Moby-Dick Herman Melville no se atrevió a contar" (y un liderazgo mal entendido)


  1. HMS Bounty: El motín a bordo del navío HMS Bounty de la Marina Real Británica tuvo lugar el 28 de abril de 1789 en medio del océano Pacífico. Tripulantes insatisfechos, liderados por el ayudante de maestre Fletcher Christian, tomaron el control de la embarcación de manos de su capitán, el teniente William Bligh, a quien dejaron a la deriva a bordo de un bote con pocas provisiones junto con otros dieciocho marineros leales. Los amotinados se establecieron en Tahití o en las islas Pitcairn, mientras que Bligh conseguía realizar un viaje de más de 6500 km hasta encontrar tierra, comenzando entonces un proceso para que los amotinados comparecieran ante la justicia.
Bibliografía: 
En el corazón del mar - Nathaniel Philbrick (Seix Barral Colección: Biblioteca Formentor)
Wikipedia