lunes, 25 de junio de 2018

 EN EL CORAZÓN DEL MAR (V)

"La historia real que el escritor de Moby-Dick Herman Melville no se atrevió a contar"

(E incluso aún estando vivos, comer, o no comer a nuestros compañeros, o ser comidos por ellos... ¡He ahí la cuestión!)

 Y llegados ya a este punto, a dos meses de que decidieran no arribar en las islas de la Sociedad porque como Pollard contó temían que les devorasen los caníbales, y aún perdidos en medio del océano atormentados por el hambre, aquellos diez hombres estaban prestos para alimentarse con uno de sus malogrados compañeros y ser partícipes así irremediablemente de lo que previamente tanto les horrorizaba y a toda costa trataron de evitar, convirtiéndose ellos mismos en caníbales. De tal modo que en el bote de Obed Hendricks descuartizaron el cuerpo de Lawson Thomas con semejante procedimiento al que algo más de cien años antes realizaron en el Nottingham Galley y de la manera que habitualmente hacían los marinos obligados a recurrir al canibalismo, comenzando por despojar al sujeto de las señales más obvias de su humanidad, cabeza, manos, pies y piel, para arrojarlas al mar.




   Después extraerían corazón, hígado y riñones, y empezarían a sacar la carne de la espina dorsal, las costillas y la pelvis. Posteriormente el capitán Pollard dijo que tras encender el fuego en la piedra plana que para ello llevaban en la embarcación, asaron los órganos y la carne y comenzaron a comer. Pero con lo que no contaban aquellos infortunados hombres es que aquellos primeros trozos de carne comidos después de tanto tiempo en que habían permanecido sus estómagos vacíos, no conseguían sino otra cosa que incrementar aún más su hambre, y cuanto más comían, más apetito tenían. Y es que los antropólogos y arqueólogos que han estudiado el fenómeno del canibalismo calculan que una persona adulta y de complexión normal puede proporcionar entorno a treinta kilos de carne, cosa que evidentemente no era el ya famélico cuerpo de Lawson Thomas que con desesperación aquellos hombres devoraban, y que distaba mucho de ser en el momento de su muerte un cuerpo normal. Autopsias realizadas a personas que han fallecido por inanición y deshidratación muestran que padecían una atrofia extrema del tejido muscular y ausencia total de grasa, así como una  gran reducción de los órganos internos, lo que perfectamente podía haber reducido la carne en el cuerpo de Lawson a algo menos de la mitad de esos habituales treinta kilos en un ser humano correctamente alimentado.



  El 23 de enero, dos días después, y trascurridos ya sesenta desde el naufragio, murió Charles Shorter, otro de los hombres de color del bote de Hendricks, y sus restos siguieron el mismo destino que los de Lawson Thomas acabando en el estómago de sus compañeros. Al respecto de que los primeros en fallecer por inanición entre los marinos del Essex fueran los hombres de color hay diversas teorías, una de las más aceptadas es que antes del hundimiento siguieran una dieta más pobre, pero también pudo contribuir decisivamente el que al parecer según estudios científicos recientes que compararon el porcentaje de grasa corporal entre distintos grupos étnicos, en los norteamericanos negros se llegó a la conclusión que suelen tener en sus cuerpos inferior porcentaje de grasa que sus compatriotas blancos. Y como es conocido la cantidad de grasa corporal es un aspecto muy influyente en la supervivencia a largo plazo en situaciones de carencia de alimentos, y aquellos (o aquellas, las mujeres suelen tener un porcentaje diez veces mayor que los hombres) que (por diversas cuestiones) en situaciones de inanición cuentan con menor cantidad parten con desventaja en este aspecto. 



  Mientras en los botes de Hendricks y Pollard se comían a un segundo compañero fallecido en cuatro días, cien millas más al sur, el bote de Owen Chase navegaba a la deriva en un mar en absoluta calma, pero como este contara, después de una semana alimentándose con sólo los aproximadamente cuarenta gramos de pan de galleta del autoimpuesto racionamiento, no tenían ya fuerzas ni para caminar y se movían apenas a gatas por la embarcación. Al morir Peterson, su tripulación había quedado reducida a tres hombres además de él, Benjamin Lawrence, Thoma Nickerson (ambos de Nantucket) e Isaac Cole de  Rochester, quienes continuamente lo interrogaban ansiosos sobre la posibilidad de tocar tierra. En aquellas circunstancias  Chase ya no era el mismo hombre de antes de verse sometido aquel tormento y había sufrido una curiosa transformación, en vez del exigente y disciplinado líder que anteriormente había sido, había dulcificado en gran medida el trato para con sus igualmente atormentados hombres, intentando en todo lo posible que estos no cayeran en el absoluto desánimo y la desesperación, diciéndoles por ejemplo que debían tener fe en Dios y que debían tener la solemne obligación de reconocer en sus calamidades una divinidad suprema, cuya misericordia podía librarles súbitamente del peligro, que se mantuvieran firmes contra todos los males y no desconfiaran débilmente de la providencia del Todopoderoso, entregándose a la desesperación.



   La capacidad de liderar con decisiones firmes y autoritarias combinada con la suficiente empatía para comprender a los demás, habitualmente no se encuentra en un mismo líder, pero Chase a sus veintitrés años estaba haciendo gala en gran medida de ese difícil equilibrio que tan ejemplarmente mostraría un mucho mayor Shackleton con casi el doble de edad unos años después en sus expediciones, que era capaz de cuidar con tal mimo a su gente que incluso su colaborador Frank Worsley llegó a contar de él "que a los ojos de hombres rudos a veces parecía tener un toque de mujer, incluso rayando en lo melindroso", y que sin embargo en otra ocasión cuando uno de los hombres protestó opinando que se estaban vulnerando sus libertades, Sackleton no dudó en poner fin a la insurrección tumbando al hombre de un puñetazo. El grumete Nickerson dijo de Chase que era un hombre excepcional y reconoció su gran ingenio para encontrar indicios de esperanza incluso en situaciones como aquella aparentemente desesperadas. 

 El 26 de enero observaron que se encontraban más de seiscientas millas al sur de la isla de Henderson y mil ochocientas al oeste de Valparaíso, y aquel día al encontrarse tan al sur comenzó a llover y se vieron bajo una lluvia muy fría que en sus condiciones de inanición y carencia de ropas adecuadas de abrigo amenazaba con matarlos de hipotermia, con lo que tomaron la decisión de tratar de volver al norte para acercarse de nuevo al ecuador. Pero aquella maniobra en su estado supuso un enorme esfuerzo de varias horas que acabó por dejarlos aún más agotados e inmovilizados tirados en el fondo de la embarcación.


  Mientras, moría otro hombre en el bote de Hendricks,  Isaiah Sheppard, el tercer afroamericano en siete días que sería usado como comida por el resto de los aún supervivientes, del mismo modo que le ocurriría al día siguiente al fallecer al único hombre de color que viajaba en el bote de Pollard, Samuel Red, quedando ya así en aquél momento sólo un hombre negro vivo de la tripulación del Essex, Willian Bond, que viajaba con Hendricks, aunque la noche siguiente, 29 de enero, las dos embarcaciones finalmente se separaron, no volviéndose a saber nunca más de ninguno de los hombres que iban en este último bote. Y para el 6 de febrero en el bote de Pollard ya no quedaba nada que comer de Samuel Reed, y sin nadie más muerto a quien comerse, el último acto de la tragedia estaba a punto de dar inicio cuando los cuatro hombres comenzaban a mirarse según uno de ellos "con pensamientos horribles en la mente, pero nos callamos". Hasta que el más joven, de dieciséis años, Charles Ramsdell se atrevió a decir en voz alta lo que todos pensaban, habría que echar a suertes a quien matar para que el resto pudiera sobrevivir.


 Echar a suertes en ese tipo de situación en que se carece de alimentos a quien comerse aún estando vivos, y por extraño que pueda parecer, era ya por entonces una costumbre comúnmente aceptada, y que es conocida como "la ley del mar", siendo el caso registrado más antiguo el de seis ingleses que perdidos en alta mar en la primera mitad del siglo XVII y después de diecisiete días, recurrieron a este método, aunque quizá el caso más conocido por dantesco sea el de la fragata de la marina francesa Méduse, encallada frente a la costa de Mauritania el 2 de julio de 1816, donde al menos 147 personas quedaron a la deriva en una balsa y todas ellas, salvo 15, murieron durante los 13 días que se tardó en rescatarlos. Pero no en todos los casos se ha recurrido a este tipo de solución extrema y a veces se han tomado otras soluciones diferentes e ingeniosas. Es por ejemplo el caso del bergantín Polly que desarbolado navegó a la deriva en 1811 durante ciento noventa y un días con el casco lleno de agua, donde aunque murieron algunos marineros debido al hambre y la exposición a los elementos, sus cuerpos no se utilizaron como alimento sino como cebo atando los trozos de cadáver a un sedal y usando la técnica de pesca del curricán, capturando de este modo los suficientes tiburones para alimentarse hasta que fueron rescatados. Si la tripulación del Essex hubiera tomado esta decisión con el primero de sus muertos, pudiera no haber llegado al momento en que se encontraban ahora, y aunque en un principio el capitán Pollard se negó, finalmente se rindió como el resto de los hombres "a la ley del mar".



 Si aquella situación había transformado a Chase en un líder enérgico y compasivo, muy a su pesar a Pollard lo había llevado a perder definitivamente el rumbo y toda confianza en si mismo y sus dotes como líder, así que procedieron al macabro ritual en que resultaron "agraciados" Owen Coffin como víctima y comida para el resto de sus compañeros, y como su ejecutor, su amigo y portavoz de la idea, Charles Ramsdell, quien en principio se negó a quitarle la vida, pero finalmente hubo de ceder. Coffin pronunció sus últimos deseos pidiéndole a Pollard que le diera un mensaje de despedida para su madre, y después de unos minutos de silencio y de tranquilizar a sus compañeros, apoyó su cabeza en la borda y Ramsdell de un disparo puso fin a su vida. Como luego contaría Pollard "Fue despachado pronto y no quedó nada de él".

 Mientras, ajenos a todo lo que les había ocurrido hasta ese momento a sus compañeros, el 8 de febrero en el bote de Chasse, Isaac Cole que llevaba ya un par de días entre delirios y convulsiones, a los cuarenta y tres días de haber zarpado de la isla Henderson, y setenta y ocho desde que abandonaran el Essex, falleció. Y al día siguiente, cuando Lawrence y Nickerson comenzaban a hacer los preparativos para sepultar sus restos, Chase les dijo que lo dejasen y según contó les habló del penoso asunto de conservar su cuerpo para alimentarse, a lo que estos no pusieron ningún reparo, y ante el temor de que la carne se pudiera estropear se dispusieron a usar su cuerpo para alimentarse, y antes de incluso encender el fuego, devoraron con ansia su corazón y unos trozos de carne, para luego el resto cortándola en tiras, parte asarla y otra parte ponerla a secar al sol. Pero a la mañana siguiente viendo que estas se habían tornado de color verdoso, las cocinaron inmediatamente, proporcionándoles alimento para una semana y así "poder estirar" todavía más el poco pan que aún les quedaba.



 El 11 de febrero, cinco días después de la ejecución de Owen y a los diecinueve años de edad, murió Barcillai Ray, siendo la séptima muerte a que asistían Pollard y Ramsdell en el plazo de mes y medio desde que partieron de la isla Henderson. Ahora se encontraban solos, sin más sustento que su cadáver y los huesos de Coffin y Reed, siendo el habitualmente negativo factor psicológico de presenciar las muertes de todos ellos uno más que sumar al hecho de comer sus cuerpos e incluso haber tenido que matar a uno de ellos. Pollard y Ramsdell habían sido arrastrados en aquella vorágine de intentar sobrevivir "a las profundidades pavorosas, donde extrañas formas del mundo primitivo se deslizaban ante sus ojos pasivos". Y tres días después, el 14 de febrero, CHase, Lawrence y Nickerson comieron lo último que les quedaba del cuerpo de Isaac Cole, llevaban una semana sobreviviendo a base de carne humana y una mayor ración diaria de galleta, lo que les había devuelto algunas fuerzas que les  había permitido poder navegar a voluntad, aún estando cubiertos de furúnculos y teniendo las piernas y los brazos hinchados por la acumulación de líquido a causa de la inanición. Llevaban varios días con vientos del oeste que les había permitido navegar unas trescientas millas en la dirección correcta, y si seguían así en cinco días podrían tener al alcance la salvación, pero sólo contaban ya con pan para tres días, podían morir cuando estaban tan cerca de conseguirlo.





 Nickerson parecía que definitivamente se había abandonado, y a las siete del día siguiente, mientras Chase dormía en el fondo de la embarcación, Lawrence que permanecía de pie apoyado en la espadilla y contemplando el horizonte, exclamó lo que tanto deseaban oír "¡Vela a la vista", a lo que Chase se levantó de inmediato pudiendo contemplar efectivamente una pequeña mancha marrón en el horizonte, y poco después hasta Nickerson se encontraba de pie a su lado. Durante las tres horas siguientes establecieron una desesperado intento por interceptar el barco que veían en el horizonte hasta que por fin alguien los vio y acercándose por detrás y poco a poco la ballenera les pudo dar alcance. Desde el alcázar alguien les preguntaba quienes eran, pero Chase aún era incapaz de pronunciar palabra. Finalmente, después de pasado el momento de la inicial y natural confusión, fueron rescatados ochenta y nueve días después de que desapareciera tragado por el mar el Essex.

 Y más de trescientas millas al sur, Pollard y Ramsdell, aún continuaron durante cinco días hacia el este, llegando el 23 de febrero enfrente de la costa de Chile. Hacía doce días que había muerto Ray y que habían consumido su últimos restos de carne. Ahora golpeaban incluso los huesos que tenían de sus restos contra la piedra que les había servido para hacer fuego para así poder comerse la médula que en estos había. Llenaban sus bolsillos con los huesos y chupaban la dulce médula de costillas y huesos de muslos, cuando de pronto oyeron voces y gritos, al tiempo que una gran sombra los tapaba, y al alzar sus ojos vieron unos atónitos rostros que los contemplaban. Lo que aquellos asombrados hombres contemplaron eran dos hombres "que eran poco más que huesos en una ballenera llena de huesos", y la historia que luego se contaría de barco en barco era "que los habían encontrado chupando los huesos de sus compañeros de rancho y se resistieron a que se los quitaran".




 Y aquí lo dejamos... Sin duda es esta del Essex y sus infortunados hombres una historia trágica a la par que apasionante y con un montón de enseñanzas. Os animo a que si queréis profundizar aún más en ella, además de la película leáis el libro en que se basa la misma y que me  ha servido como principal referencia bibliográfica para acercaros en cierto detalle esta historia, porque si la película está bien, el libro a mi modo de ver es simplemente magistral y no me resulta para nada sorprendente que en el año 2000 se le otorgara a su autor Nathaniel Philbrick el Premio Nacional del libro, es sin duda esta una gran obra plagada de "suculentos" detalles ;)





Saludos.


A LA PRIMERA PARTE: EN EL CORAZÓN DEL MAR (I), "La historia real que el escritor de Moby-Dick Herman Melville no se atrevió a contar"

A LA SEGUNDA PARTE: EN EL CORAZÓN DEL MAR (II), "La historia real que el escritor de Moby-Dick Herman Melville no se atrevió a contar" (y un liderazgo mal entendido)

A LA TERCERA PARTE: EN EL CORAZÓN DEL MAR (III), "La historia real que el escritor de Moby-Dick Herman Melville no se atrevió a contar" (En la isla)


A LA CUARTA PARTE: EN EL CORAZÓN DEL MAR (IV), "La historia real que el escritor de Moby-Dick Herman Melville no se atrevió a contar" (Y cuando el hambre enloquece a los hombres)



Bibliografía: 
En el corazón del mar - Nathaniel Philbrick (Seix Barral Colección: Biblioteca Formentor)
Wikipedia

No hay comentarios:

Publicar un comentario